La fotografía es de Chema Madoz y representa muy bien el juego de apariencias del que se habla en la fábula.
Un hombre perdió su hacha; y sospechó del hijo de su vecino. Observó la manera de andar del muchacho, exactamente como un ladrón. Observó la expresión del muchacho, idéntica a la de un ladrón. Observó su forma de hablar, igual a la de un ladrón. En fin, todos sus gestos y acciones lo denunciaban culpable del hurto.
Pero más tarde, encontró su hacha en un valle. Y después, cuando volvió a ver al hijo de su vecino, todos los gestos y acciones del muchacho le parecían muy diferentes de los de un ladrón.
Moraleja: las apariencias engañan.
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